SU NOMBRE




Quisiera aprender a deletrear el tiempo, 

esos minutos que me hablan en versos silenciosos 
¡No los escucho! 
a responder preguntas que no puedo 
y escribir con el humo que sale de mi boca
tu nombre;
y renacer de los suspiros 
de otras bocas que ya me han tocado.

¿Existir? 
efímero el tiempo en que existo ahora,
las manos que recorren los rincones de mi piel
se extinguen como el vapor del tren
en el que te fuiste aquella vez. 

Quisiera revivir en la distancia
pero la distancia es fugaz, 
los pasos se hacen largos 
hasta el punto de partida 
y mis pies ya están cansados
de caminarte en el olvido. 
¡Y no queda nada!

Quisiera sentenciar mis letras al vacío,
y desprender el cielo de mi alma. 
Divagar en el océano
hasta encontrar tu rostro pintado 
en los atardeceres que no hemos vislumbrado.
Y rellenar las horas que faltan por besarnos 
con otoños dormidos.

Y caminar descalza sobre mis pensamientos 
socorrerlos a kilómetros del suelo
para olvidar la tentación profunda
de pronunciar tu nombre 
en las madrugadas. 

Quisiera sepultar tus dedos azules
y tus pupilas chocolate 
en la atmósfera 
para que cada mañana
al salir el sol naciente en mi ventana
sean tus ojos lo primero que observe
y la brisa que recorra mis cortinas
la que acaricie mi piel en el alba.

La distancia se hace infinita
cuando tomo mi cigarrillo
y me dispongo a escribir tu nombre 
en los atardeceres que mueren 
en mi mirada.



Verónica Rodríguez

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